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Dejo de vivir cuando baja mi energía

  • Foto del escritor: NoemiUrk
    NoemiUrk
  • 21 mar 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 ago

Cuando se me disparó el trastorno, era extremadamente impulsiva e inestable. Mi ánimo era tan variable que podía cambiar en cuestión de segundos. Los especialistas decían que era imposible que el cambio fuera tan rápido. Hasta que lo verificaron. De la euforia pasaba a la tristeza en cuestión de segundos. Y viceversa. Era inesperado. Y yo estaba desesperada buceando en mis pensamientos, emociones y reacciones.


Tardé meses, incluso años en estabilizarme. Lo conseguí. Fue un camino muy duro pero logré que los cambios fueran más suaves y que nadie los notara. Sobretodo en el trabajo.


Exhausta de analizarme, intenté seguir viviendo sin estar tan atenta a mis cambios de ánimo. Pero entonces, percibía el asombro de las personas que me rodeaban y sabía que algo no andaba bien. Me observaba y me daba cuenta que me había descontrolado. Así que confirmé que debía seguir vigilando mis reacciones. Siempre. Siempre. Siempre.



Columpio en el pórtico

Con el tiempo, he conseguido que mis cambios emocionales tarden más en producirse. Así, si estoy en estado de alegría, sé que me puede durar días hasta que caiga en el estado de tristeza.


Mi equilibrio de energía está totalmente descompensado.


De repente, me despierto una mañana y me siento agotada, sólo quiero dormir, es muy costoso realizar cualquier movimiento... No aparecen las ideas, no hay creatividad, el cuerpo físico se cansa con facilidad y mis ojos se cierran deseando descansar día y noche.


Al cabo de unos días, me siento llena de energía. Desde que me despierto ya estoy realizando algo. La creatividad y las ideas se forjan rápidamente. Si me siento cansada, con diez minutos de reposo me recupero. Duermo pocas horas y me siento radiante, incluso puedo decir que alegre y vivaz.


Y vuelve a ocurrir el cambio. Y vuelvo a querer dormir porque me levanto un día con un enorme cansancio que dura días... Y la rueda sigue...


He dejado de luchar contra esto, ya no me esfuerzo en relajarme cuando estoy tan eufórica ni en mantenerme despierta con cafés u otros métodos cuando me desmorono. Es duro. Porque dejo de vivir los días en que me siento tan agotada.


Feliz sabiduría y amor. 

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