Viaje hacia el descanso
- NoemiUrk
- 18 jul 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 10 ago
Recuerda que si tienes pensamientos suicidas busca ayuda. Aléjate un buen rato de las Redes Sociales y habla con alguien aunque sea del tiempo.
Llama por teléfono, aléjate un buen rato de las redes sociales. Llama y te escucharán aunque creas que son tonterías y tengas la autoestima por los suelos. Llama y habla.
Línea 024 - Llama a la vida
Teléfon contra el suicidio (Asociación La Barandilla) - 911 385 385
061 Salut Respon
Telèfon Prevenció del Suïcidi - Ajuntament de Barcelona - 900 925 555
Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza - 914 590 055 - 717 003 717
112 - En caso de emergencia vital inminente
Narración inventada en 2001 (yo tenía 30 años)
El dolor de cabeza se acentúa cada vez más. Colocas las manos sobre el cabello y aprietas con fuerza. Quizás este mal evite el dolor que sentías antes. Parece que por unos segundos el daño ha desaparecido y dejas de hacer fuerza con las manos. El suplicio vuelve.
Sigues caminando. No miras a la gente que te rodea. Ya has dejado de observarlos, de mirar cómo son, qué hacen, cómo gesticulan... Estás cansada de saber a qué temen, sus inquietudes, sus alegrías...
Si miras a alguien y percibes su tristeza, te dan ganas de ayudarle, de abrazarlo y consolarlo, como has hecho siempre. En cambio, cuando ves un rostro sonriente, sientes envidia. ¿Qué le habrá pasado a esa persona para que esté así de contenta? ¿Qué es la felicidad?
Te acuerdas de aquellas veces, cuando un amigo te contaba un problema y en ese momento, tú tenías el alma por los suelos. Nunca decías ni dices nada de lo que te sucede ni en qué estado anímico te encuentras. Por eso, él o ella te hablaba, te explicaba sus problemas y tú la escuchabas. E intentabas apoyarle, animarle, hacerle sonreír... Pero dentro de ti, el corazón se volvía a romper un poquito más, porque su pena entraba en tu cuerpo y sentías todo lo que la otra persona te explicaba, y sufrías.
Y conseguía que mi amigo sonriera y yo, exteriormente, sonreía. Conseguía que otra persona lograra lo que yo no puedo conseguir para mí.

Caminas... Caminas sin mirar a nadie. Te alejas de las casas. Ya no te importa nadie. La tensión comienza a castigar tus músculos que ahora realizan más esfuerzo por el desnivel del terreno. Pero tú sigues caminando… Hace horas que deambulas.
Miras adelante... Observas los árboles y te detienes unos segundos para oler aquella tierra mojada. Los pulmones se recargan con una brisa muy agradable. Y tu cuerpo reacciona al sentir algo que le resulta agradable. ¿Empiezas a sonreír por dentro?
Caminas con trabajo, vagabundeas... en soledad. Empieza a hacer frío y estás agotada. Percibes tu piel cómo mantiene el calor de haber caminado durante horas. Y sigues caminando...
Te das cuenta que el paisaje ha cambiado completamente. La pendiente es más inclinada. El río ahora es estrecho y los árboles comienzan a quedar atrás. Hay flores pequeñas de color blanco junto al sendero. Sonríes. Escuchas algunos ruidos allá arriba, el ruido de las rocas al ser movidas por las patas de unos animales que corren.
Hace rato que deberías haber bebido un poco de agua. No te importa. Pero quieres llegar a la meta, así que te acercas al riachuelo y bebes directamente aquella agua que te enfría todo el esófago y el estómago.
Ahora que te has parado, sientes una paz increíble. No se escucha esas voces que tanto te molestaban. Sólo se oye la naturaleza. Tu cuerpo empieza a olvidar la insensibilidad que te provoca el gentío y tu mente empieza a llenarse de las cosas que ahora ve. El dolor de cabeza continúa...
Recuerdas el vacío que siempre te llena el pecho. La sensación de soledad que nunca te abandona. Te preguntas dónde se habrán metido tus sentimientos; si podrás sentir lo que siente la gente cuando sonríe y consigue ser feliz. En cambio tú, no sientes nada. Estás vacía, nada te hace reaccionar.
Te das cuenta que ya casi estás en la cima y haces un último esfuerzo. Las fuerzas te abandonan pero tienes que luchar por lo que quieres conseguir. Ahora sientes bastante frío, pero ya no puedes detenerte. No miras hacia arriba, simplemente sigues subiendo...
Piensas en lo que has dejado atrás. No te importa nada. ¿Qué importa lo que has dejado si no te llena nada de todo aquello? De vez en cuando, había una sonrisa, un buen rato, una máscara... Porque dentro de tu cuerpo no cambiaba nada. Estabas vacía.
Alzas la cabeza. ¡Lo has conseguido! Ahora sí que te pones la chaqueta. El viento tan frío te está entrando hasta los huesos. Miras a tu alrededor. ¡Esto es paz! Tú sola en la cima de la montaña. Nadie más que el silencio roto por el viento de vez en cuando.
El lago que está más abajo parece que lo haya llenado un gigante con sus lágrimas, y hubiera dejado su pena allí, en esas montañas, como un recuerdo de soledad.
Alzas la vista y ves las cimas. Las más lejanas, con nieve. Giras y giras tranquilamente sobre ti misma observando aquel paisaje que cambia continuamente, que se modifica suavemente sin molestar a nadie. Y sabes que él te observa como tú lo observas a él.

Miras el lado de la montaña por donde has subido y por donde deberías bajar antes de que oscurezca. Pero no te mueves. No quieres moverte de ese lugar que te ha comprendido. Porque el silencio de la montaña es tu silencio, porque el frío del viento es el frío de tu corazón, porque la soledad que todo aquel paisaje significa, también está dentro de ti. Porque nadie te comprenderá como lo hacen aquellas cumbres solitarias.
Y no tienes que ponerte la máscara. Porque ahora puedes llorar mientras el viento te acaricia. Ya no tienes que esconder los miedos de tu corazón porque la tierra te hace un hueco a su lado. Allí puedes sentirte pleno como nadie te ha llenado nunca.
Y te preguntas si eres una persona normal, si alguna vez alguien llegará a entender tus sentimientos. Te cuestionas si, realmente, solamente aquel lugar comprenderá cómo está de enfermo tu corazón, tu soledad. El por qué de un corazón insensible a lo que llaman amor.
Se está haciendo de noche. Pero no vuelves a las casas. La temperatura baja rápidamente y no tienes suficiente abrigo para pasar allá arriba la noche. Pero no te mueves. Ahora eres feliz. Y te acomodas en el suelo con la cabeza sobre unas rocas. Y esperas ver las estrellas y dormirte mientras observas la luna, sabiendo que no despertarás nunca más.
NoemiUrk
Narración inventada en 2001 (yo tenía 30 años)
Hoy estamos en 2025, estoy viva y feliz, a mi manera
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